jueves, 18 de enero de 2018

El Mariquelo


 Una tradición que se ha mantenido viva de forma continúa desde el año 1.755 hasta nuestros días, a excepción de 8 años comprendidos entre 1.977 y 1.984. 

El Mariquelo era, originalmente, miembro de una familia, "Los Mariquelos", que debían subir todos los años a la torre de la catedral nueva de Salamanca, en agradecimiento a Dios porque el terremoto con epicentro en las costas de Portugal habido en el año 1755 no causó apenas daños en la estructura de dicho edificio y no había causado pérdidas personales...



El Mariquelo actual acercándose a la catedral a lomos de su yegua "la bailadora", que le ha acompañado durante 25 años.

Historia:

El 31 de octubre del año 1.755 se registró un fuerte terremoto en las costas de Cabo de San Vicente en Portugal. Se calcula que pudo tener una magnitud de 9º en la escala de Richter, que a su vez provocó un tsnami que afectó  a buena parte de Europa Occidental y el norte del continente africano.

Pero principalmente pasó a la historia por el hecho de que ambos fenómenos debastaron por completo la capital portuguesa, pasando a la historia por ser conocido por "el terremoto de Lisboa".

En Salamanca, ciudad relativamente cercana a la ciudad de Lisboa, se dejaron sentir los efectos y la población, muy asustada, corrió a refugiarse a la recién construida Catedral Nueva, finalizada en 1.733. La construcción permaneció casi intacta tras el suceso, algunas figuras de la fachada sufrieron serios daños al desprenderse y caer al suelo; aunque el mayor daño lo sufrió la torre que quedaría ligeramente inclinada. Ésta fue reforzada en varias ocasiones por temor a que se derrumbara, por lo cual en la actualidad, a simple vista solo puede apreciarse una falta de esbeltez de su trazado.




Se cuenta que, con motivo del fuerte temblor, las campanas tocaron sin que interviniera mano humana, lo que en su día, se tomó como un milagro.

Inicio de la tradición:

En conmemoración de aquel día, el Cabildo catedralicio de la ciudad estableció que todos los días 31 de octubre subiera alguien a la torre para tocar las campanas, para dar gracias a Dios y pedir que el terrible suceso no se repitiera. Además, era necesario medir año tras año la inclinación de la torre para comprobar que no siguiera inclinándose.
Los encargados de iniciar esta costumbre eran miembros de una familia llamada "Los Mariquelos", que vivía dentro de la catedral y que se encargaba del cuidado del templo y de tocar las campanas cuando correspondía.

El último Mariquelo de dicha familia fue don Favián Mesonero Plaza, que dejó de subir al cimbalillo en 1.977, fue en realidad el último auténtico.
Sin embargo en el año 1.985, Ángel Rufino de Ha
ro rescató el rito que ha llegado hasta la actualidad; aunque sin tener relación alguna con la familia original, éste se apropió y conserva el apodo de "el Mariquelo" y ataviado con el traje charro, típico de la ciudad salmantina, sube hasta el punto más alto de la torre (aunque actualmente el cabildo ha ordenado que ya se no suba a la citada bola, dada la peligrosidad de este último tramo y además ha de subir asegurado por un arnés, previa contratación de un seguro de accidentes), y una vez allí toca una charrada con la gaita y el tamboril, instrumentos típicos de Salamanca.

La primera parada suele hacerla para asomarse por una ventanita que tiene el reloj desde donde,  ayudado por un sistema inalámbrico, suele dirigirse al público diciendo algunas palabras.




La segunda parada suele ser en las campanas de la torre, desde donde suele hacer reivindicaciones de temas de actualidad. Una vez terminadas sus palabras se suele dar suelta a unas palomas blancas en señal de que sean mensajeras de paz, igualdad y concordia para la humanidad.


Acto seguido sube el último tramo, (no permitido en la actualidad), hasta el pináculo, incluso hasta la bola de la veleta llamado "Cupulín".

Esta centenaria tradición, está próxima a ser declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, una vez cumplimentados todos los trámites y requisitos requeridos.

Con la esperanza de la llegada de dicha declaración, que tendrá que otorgar la Junta de Castilla y León, el Mariquelo subirá cada año la víspera del día de Todos los Santos al campanario de la catedral. Esta acción es, principalmente, una acción de gracias que se debe de salvaguardar y conservar para las generaciones venideras.




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